jueves, 17 de abril de 2008

Películas: "Antes del atardecer" (Richard Linklater)

El martes pasado realicé mi primer post de "Películas para recomendar" y comenté sobre el film "Antes del Amanecer" (1995) . Hoy voy a hablar de su secuela "Antes del atardecer" (2004) que en mi gusto personal supera (y eso es mucho ya) a la original:

Antes del atardecer (2004):

Dirigida, igual que la primer película, por Richard Linklater "Antes del atardecer" se sitúa 9 años después de la original (el mismo tiempo real que pasó entre los 2 films). Jesse (Ethan Hawke) se hizo escritor y consiguió éxito a través de una novela donde cuenta el encuentro amoroso que tuvo con Celine (Julie Delpy) en "Antes del amanecer" y está en París para promocionar su libro. Al salir de la conferencia de prensa descubre que Celine está afuera esperándolo. Jesse tiene muy poco tiempo para estar con ella ya que el avión que lo regresará a USA está por salir.

Así empieza "Antes del atardecer" que sigue en la misma línea que su predecesora aunque con diferencias. En la primera la pareja protagonista paseaba por la hermosa ciudad de Viena, en cambio, en la secuela recorren las bellas calles parisinas. En la precuela los personajes eran más jóvenes y hablaban sobre sus planes futuros para su vida, mientras que en ésta ya están más maduros (pasaron los 30) y hablan de las desilusiones y de como sus sueños no se hicieron realidad. Otra diferencia es que "Antes del atardecer" está contada en tiempo real, dura apenas 80 minutos muy bien aprovechados, que es el mismo tiempo en el que transcurre la historia en la pantalla.


En éste film el guión fue tripartito (en la anterior el director había sido el único guionista) ya que fue realizado por Richard Linklater y por la pareja
protágonica lo que le da un matiz al libreto muy interesante, donde los diálogos están muy bien pensados (los dos personajes son muy locuaces) y enganchan al espectador que se identifica con ellos. Las actuaciones de Hawke y Delpy se lucen, especialmente en una escena que ocurre en el auto cerca del final de la película donde ambos deslumbran y demuestran la química que tienen entre ellos.

Igual que su predecesora este film merece ser visto en pareja. Especial para ronticos y enamoradizos. No es obligatorio haber visto la primer película antes de ésta. Disfrútenla.

Título original: Before sunset
Año: 2004
Director: Richard Linklater
Actores principales: Ethan Hawke y Julie Delpy

miércoles, 16 de abril de 2008

Lo dulce, lo amargo y lo agridulce

El otro día me puse a pensar en como una persona puede ver una situación de diferentes maneras según el estado de ánimo que tiene en ese momento. Realmente es una cuestión de actitud, como la canción de Fito Páez, todo pasa por la voluntad que uno tiene para ver las cosas de una forma o de otra.

Sabemos que el hombre no está hecho para tener una felicidad perpetua, que la sensación de alegría es efímera y aparece esporádicamente en la vida, pero aún así es nuestro motor para seguir en este mundo. Intento llegar a una conclusión porque yo estuve de los lados del río. Pasé momentos muy malos (amargos) y estoy en una etapa de mi vida en la que no me puedo quejar (dulce). Me doy cuenta de que cosas que en otra etapa de mi vida vi como negras, ahora que estoy bien las empiezo a vislumbrar de otro color.

Cuando uno está mal suele expiar culpas propias para depositarlas en un tercero. Es fácil no hacerse cargo de nuestros fracasos y pensar que estamos "perjudicados" y que "nada se nos da". Muchas veces esto pasa con que podemos ver a Dios, Buda, Alá o lo que sea que gobierne y sea el titiritero del azar y las consecuencias en este mundo como una figura que está en contra nuestro. La verdad es que la mayoría de cosas de lo que nos pasa es una consecuencia de lo que hacemos. Si no entregas el 100% a una causa, va a ser difícil que obtengas un resultado igual de óptimo.

Esta reflexión interna mía (ahora es externa y también de ustedes) comenzó porque un amigo está mal y no se le "están dando las cosas". Yo no soy un creyente de la suerte pero el azar no ha sido su amigo en este último tiempo, aunque él ve cualquier señal negativa como el fin del mundo.

El estado de mi amigo me hizo recordar una frase de la película "Vanilla Sky" (remake de la película española "Abre los ojos") que dice más o menos así: "Lo dulce es más dulce si conociste lo amargo". Este texto se lo dice un amigo del personaje de Tom Cruise al protagonista de la película. En el film, Cruise es un millonario desde la cuna gracias a la empresa del padre y nunca tuvo problemas en su vida rodeada de excesos y repleta de mujeres hermosas (porque para agregar también es fachero el guacho). En cambio el amigo (Jason Lee) es una persona "común" que ha tenido altibajos como cualquier persona (por lo que ha conocido lo amargo).

Esa frase me quedó grabada porque cuando vi la película yo estaba en un momento malo de mi vida y me dio esperanzas para encontrar lo dulce y disfrutarlo más en mi condición de tristeza (por suerte en esta etapa estoy disfrutando de la dulzura) . Por último, la palabra agridulce del título del post la agregué yo porque creo que la vida es una mezcla de sensaciones dulces y amargas y que todo depende de la claridad del prisma con el que vemos al mundo.

martes, 15 de abril de 2008

Películas: "Antes del amanecer" (Richard Linklater, 1995)


Voy a hablar por primera vez en el blog de las películas que quiero recomendar a los lectores (si hay uno ya es demasiado je) de mi sitio. Para empezar voy a elegir una película romántica de mi agrado:

Antes del amanecer (1995):

Dirigida por el, hasta ese momento, desconocido director Richard Linklater; Antes del amanecer es un film romántico separado de la tipica "comedia del corazón" que suele entregarnos Hollywood en cantidades asfixiantes.

La trama argumental es simple: Jesse (Ethan Hawke) y Celine (Julie Delpy) se conocen en un tren que cruza el continente europeo. Jesse es estadounidense y tiene que volverse al día siguiente a su país y se dirige a Viena (capital de Austria) desde donde saldrá su vuelo, mientras que Celine es francesa y viene de visitar a su abuela de Bulgaria. Estos dos personajes se simpatizan en el tren y Jesse le pide a Celine que bajé con el en Viena para pasar su último día en el continente con ella. Celine acepta y los dos pasarán menos de 24 horas en Viena juntos.

La película cuenta como se conocen y se enamoran mutuamente los protagonistas. Los diálogos de la película están muy bien logrados, lo mismo que las personalidades de los personajes principales (Cuesta no "enamorarse" de Celine, a pesar de no ser una belleza). Las actuaciones de Hawke y Delpy se destacan tanto como la visión intimista del director. El guíon es del mismo Linklater que en ése momento empezó a mostrar su cine muy personal y fácilmente reconocible ("Suburbia", "Una mirada a la oscuridad", "Escuela de rock", "Despertando a la vida").

Película altamente recomendable para ver en pareja. No apta para personas insensibles, fanáticos de la acción o intolerantes a leer muchos subtítulos.

Título original: Before sunrise
Año: 1995
Director: Richard Linklater
Actores principales: Ethan Hawke y Julie Delpy

Canción: "De mala muerte" (Los Caballeros de la quema)


Tema de Los caballeros de la quema incluído en su más exitoso álbum (y el único que me gusta de sus discos) "La paciencia de la araña". Es una canción muy tranquila que escuchaba a mis 15 años.

"De mala muerte"

Hace días que no salgo al sol
Le dí llave a mi cascarón
Voy de la cama el baño
Del baño al vino
Del vino al dolor

Medio estropeado y con el hocico herido
Son varias lunas dormidas sin vos
Casi estoy listo para enterrarnos
Casi que no...

Y esta noche salgo a robar besos nublados
De mala muerte
Y como siempre termino buscándote
Equilibrista de cuello roto

Se hacen lungas las tardes sin tu voz
Barro tus sombras y vuelven a entrar
Brilla tu ausencia
Se trepa a mis sábanas
Y empieza a ladrar

Dice un tango sabio que
"hay que saber olvidar"
Pero ninguno se atreve a explicar
Un corazón en llanta no entrega el cuello así
Nomás...

Y esta noche salgo a robar besos nublados
De mala muerte
Y como siempre termino llorándote
Equilibrista de cuello roto
De mala muerte
Equilibrista de cuello roto

miércoles, 9 de abril de 2008

"La continuidad de los parques" - Julio Cortázar

Cuento conocídisimo de Julio Cortázar que por ser famoso no deja de ser excelente. Extraído del libro "final del juego" (1956)


LA CONTINUIDAD DE LOS PARQUES



Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restallaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.

Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano. la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.

lunes, 7 de abril de 2008

"La mente alien" de Philip K. Dick

Un relato corto del gran escritor Philip K. Dick extraído de la recopilaciones de cuentos "La mente alien" (como casi siempre de ciencia ficción). Espero que les guste:

LA MENTE ALIEN
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Inerte en las profundidades de su cámara theta, oyó el tono débil y después la sensivoz.

—Cinco minutos.

—De acuerdo —dijo, y se esforzó por salir de su sueño profundo. Tenía cinco minutos para ajustar el curso de la nave; algo había funcionado mal en el sistema de autocontrol. ¿Un error de su parte? No era probable; nunca cometía errores. ¿Jason Bedford cometer errores? Jamás.

Mientras se dirigía tambaleante hacia el módulo de control, vio que Norman, a quien habían enviado para divertirlo, también estaba despierto. El gato flotaba lentamente en círculos, dándole golpecitos con las patas a una lapicera que alguien había dejado suelta. Extraño, pensó Bedford.

—Creía que estarías inconsciente conmigo.

Revisó las lecturas del curso de la nave. ¡Imposible! Un quinto de pársec apartada de la dirección de Sirio. Agregaría una semana a su viaje. Con hosca precisión reacomodó los controles, después envío una señal de alerta a Meknos III, su destino.

—¿Problemas? —contestó el operador meknosiano. La voz era seca y fría, el monótono sonido calculador de algo que a Bedford siempre lo hacía pensar en serpientes.

Explicó su situación.

—Necesitamos la vacuna —dijo el meknosiano—. Trate de mantener su curso.

Norman, el gato, flotó majestuosamente junto al módulo de control, tendió una zarpa, y manoteó al azar; dos botones activados soltaron tenues bips y la nave cambió de curso.

—Así que tú lo hiciste —dijo Bedford—. Me humillaste ante la mirada de un alienígena. Me redujiste a la imbecilidad de cara a la mente alien.

Atrapó el gato. Y apretó.

—¿Qué fue ese sonido extraño? —preguntó el operador meknosiano—. Una especie de lamento.

Bedford dijo sereno:

—No queda nada por lamentar. Olvide que lo oyó.

Cortó la radio, llevó el cuerpo del gato al orificio para la basura, y lo eyectó.

Un instante después había regresado a la cámara theta y, una vez más, se adormeció. Esta vez no habría quien se metiera con los controles. Durmió en paz.

Cuando la nave amarró en Meknos III, el jefe del equipo médico alien lo recibió con un pedido curioso.

—Nos gustaría ver su mascota.

—No tengo mascota —dijo Bedford. Lo cual, por cierto, era verdad.

—Según la planilla que nos enviaron por adelantado...

—Realmente no es asunto suyo —dijo Bedford—. Ya tienen la vacuna; despegaré enseguida.

—La seguridad de cualquier forma de vida es asunto nuestro —dijo el meknosiano—. Revisaremos su nave.

—En busca de un gato que no existe —dijo Bedford.

La búsqueda resultó inútil. Con impaciencia, Bedford miró cómo las criaturas alienígenas escrutaban cada depósito de almacenamiento y cada pasillo de su nave. Por desgracia, los meknosianos encontraron diez bolsas de comida para gatos deshidratada. En su propio idioma, se desarrolló una prolongada discusión.

—¿Ahora tengo permiso para regresar a la Tierra? —preguntó Bedford con aspereza—. Tengo un horario ajustado.

Lo que los extraterrestres estaban pensando y diciendo no le importaba; sólo deseaba regresar a la silenciosa cámara theta y al sueño profundo.

—Tendrá que pasar por el procedimiento de descontaminación A —dijo el jefe médico meknosiano—. Para que ninguna espora o virus...

—Me doy cuenta —dijo Bedford—. Que lo hagan.

Más tarde, cuando la descontaminación quedó completa y estuvo de regreso en la nave para activar el arranque, la radio sonó. Era uno u otro de los meknosianos; para Bedford todos se veían iguales.

—¿Cómo se llamaba el gato? —preguntó el meknosiano.

—Norman —dijo Bedford, y apretó el botón de arranque. La nave se disparó hacia arriba y él sonrió.

No sonrió, sin embargo, cuando descubrió que faltaba el suministrador de energía para su cámara theta. Tampoco sonrió cuando tampoco pudo localizar la unidad de repuesto. ¿Se había olvidado de traerla?, se preguntó. No, decidió; no haría algo así. La sacaron ellos.

Dos años hasta llegar a la Tierra. Dos años de conciencia plena por su parte, privado del sueño theta; dos años de sentarse o flotar o —como había visto en los holofilms de entrenamiento para estado físico militar— enroscado en un rincón, totalmente psicótico.

Lanzó un pedido radial para regresar a Meknos III. Ninguna respuesta. Bueno, lo mismo daba.

Sentado en el módulo de control, encendió de un golpe la pequeña computadora interna y dijo:

—Mi cámara theta no funcionará; la sabotearon. ¿Qué me sugieres hacer durante dos años?

HAY CINTAS DE ENTRETENIMIENTO DE EMERGENCIA.

—Correcto —dijo—. Tendría que haberlo recordado. Gracias.

Apretó el botón indicado para que la puerta del compartimiento de cintas se abriera deslizándose.

Ninguna cinta. Sólo un juguete para gatos, una bolsita en miniatura para presionar, que habían incluido para Norman; nunca había alcanzado a dárselo. Por lo demás... estantes vacíos.

La mente alien, pensó Bedford. Misteriosa y cruel.

Hizo funcionar la grabadora de audio de la nave, y dijo con calma y con la mayor convicción posible:

—Lo que haré es construir mis dos años siguientes alrededor de la rutina diaria. Primero, están las comidas. Pasaré todo el tiempo posible planificando, preparando, comiendo y disfrutando platos deliciosos. Durante el tiempo que me queda por delante, probaré toda combinación posible de víveres.

Tambaleante, se paró y se dirigió al enorme armario contenedor de comida.

Mientras se quedaba con los ojos muy abiertos ante el armario apretadamente lleno, apretadamente lleno de hilera tras hilera de envases idénticos, pensó: Por otro lado, no hay mucho que hacer con una provisión de dos años de comida para gatos. En el sentido de la variedad, ¿serán todos del mismo sabor?

Eran todos del mismo sabor.

viernes, 4 de abril de 2008

Calma


Posteo un texto mío (bastante depre, je) escrito en momentos de infelicidad:


Bajo un diluvio constante y un ocaso color sangre me arrastro por un pavimento negro como la noche. En esta época la calma es el bien más preciado y tu sonrisa los primeros rayos en el alba del tibio sol de invierno. Mis rodillas gastadas de tanto andar hacia el vacío emocional claman tu nombre, pero el sonido no traspasa los muros de mi desilusión más profunda.

El río se contamina con mis lágrimas y se desborda en un bostezo que todo lo inunda. ¿Podrán tus ojos posarse en los míos a pesar de la neblina que me circunda? ¿podrá mi pena ahogarse en un mar de esperanza?.

Qué queda para un simple mortal que busca un atisbo de luz, un cuento de hadas, un sueño real, una porción de empalagosa calma.

Cuento: "El espejo y la máscara" De J.L. Borges

Librada la batalla de Clontarf, en la que fue humillado el noruego, el Alto Rey habló con el poeta y le dijo:


—Las proezas más claras pierden su lustre si no se las amoneda en palabras. Quiero que cantes mi victoria y mi loa. Yo seré Eneas; tú serás mi Virgilio. ¿Te crees capaz de acometer esa empresa, que nos hará inmortales a los dos?


—Sí, Rey —dijo el poeta—. Yo soy el Ollan. Durante doce inviernos he cursado las disciplinas de la métrica. Sé de memoria las trescientas sesenta fábulas que son la base de la verdadera poesía. Los ciclos de Ulster y de Munster están en las cuerdas de mi arpa. Las leyes me autorizan a prodigar las voces más arcaicas del idioma y las más complejas metáforas. Domino la escritura secreta que defiende nuestro arte del indiscreto examen del vulgo. Puedo celebrar los amores, los abigeatos, las navegaciones, las guerras. Conozco los linajes mitológicos de todas las casas reales de Irlanda. Poseo las virtudes de las hierbas, la astrología judiciaria, las matemáticas y el derecho canónico. He derrotado en público certamen a mis rivales. Me he adiestrado en la sátira, que causa enfermedades de la piel, incluso la lepra. Sé manejar la espada, como lo probé en tu batalla. Sólo una cosa ignoro: la de agradecer el don que me haces.


El Rey, a quien lo fatigaban fácilmente los discursos largos y ajenos, le dijo con alivio:


—Sé harto bien esas cosas. Acaban de decirme que el ruiseñor ya cantó en Inglaterra. Cuando pasen las lluvias y las nieves, cuando regrese el ruiseñor de sus tierras del Sur, recitarás tu loa ante la corte y ante el Colegio de Poetas. Te dejo un año entero. Limarás cada letra y cada palabra. La recompensa, ya lo sabes, no será indigna de mi real costumbre ni de tus inspiradas vigilias.


—Rey, la mejor recompensa es ver tu rostro —dijo el poeta, que era también un cortesano.


Hizo sus reverencias y se fue, ya entreviendo algún verso.


Cumplido el plazo, que fue de epidemias y rebeliones, presentó el panegírico. Lo declamó con lenta seguridad, sin una ojeada al manuscrito. El Rey lo iba aprobando con la cabeza. Todos imitaban su gesto, hasta los que agolpados en las puertas, no descifraban una palabra. Al fin el Rey habló.


—Acepto tu labor. Es otra victoria. Has atribuido a cada vocablo su genuina acepción ya cada nombre sustantivo el epíteto que le dieron los primeros poetas. No hay en toda la loa una sola imagen que no hayan usado los clásicos. La guerra es el hermoso tejido de hombres y el agua de la espada es la sangre. El mar tiene su dios y las nubes predicen el porvenir. Has manejado con destreza la rima, la aliteración, la asonancia, las cantidades, los artificios de la docta retórica, la sabia alteración de los metros. Si se perdiera toda la literatura de Irlanda —omen absit— podría reconstruirse sin pérdida con tu clásica oda. Treinta escribas la van a transcribir dos veces.


Hubo un silencio y prosiguió.


—Todo está bien y sin embargo nada ha pasado. En los pulsos no corre más a prisa la sangre. Las manos no han buscado los arcos. Nadie ha palidecido. Nadie profirió un grito de batalla, nadie opuso el pecho a los vikings. Dentro del término de un año aplaudiremos otra loa, poeta. Como signo de nuestra aprobación, toma este espejo que es de plata.


—Doy gracias y comprendo —dijo el poeta. Las estrellas del cielo retornaron su claro derrotero. Otra vez cantó el ruiseñor en las selvas sajonas y el poeta retornó, con su códice, menos largo que el anterior. No lo repitió de memoria; lo leyó con visible inseguridad, omitiendo ciertos pasajes, como si él mismo no los entendiera del todo o no quisiera profanarlos. La página era extraña. No era una descripción de la batalla, era la batalla. En su desorden bélico se agitaban el Dios que es Tres y es Uno, los númenes paganos de Irlanda y los que guerrearían, centenares de años después, en el principio de la Edda Mayor. La forma no era menos curiosa. Un sustantivo singular podía regir un verbo plural. Las preposiciones eran ajenas a las normas comunes. La aspereza alternaba con la dulzura. Las metáforas eran arbitrarias o así lo parecían.


El Rey cambió unas pocas palabras con los hombres de letras que lo rodeaban y habló de esta manera:


—De tu primera loa pude afirmar que era un feliz resumen de cuanto se ha cantado en Irlanda. Ésta supera todo lo anterior y también lo aniquila. Suspende, maravilla y deslumbra. No la merecerán los ignaros, pero sí los doctos, los menos. Un cofre de marfil será la custodia del único ejemplar. De la pluma que ha producido obra tan eminente podemos esperar todavía una obra más alta.


Agregó con una sonrisa:


—Somos figuras de una fábula y es justo recordar que en las fábulas prima el número tres.


El poeta se atrevió a murmurar:


—Los tres dones del hechicero, las tríadas y la indudable Trinidad.


El Rey prosiguió:


—Como prenda de nuestra aprobación, toma esta máscara de oro.


—Doy gracias y he entendido —dijo el poeta. El aniversario volvió. Los centinelas del palacio advirtieron que el poeta no traía un manuscrito. No sin estupor el Rey lo miró; casi era otro. Algo, que no era el tiempo, había surcado y transformado sus rasgos. Los ojos parecían mirar muy lejos o haber quedado ciegos. El poeta le rogó que hablara unas palabras con él. Los esclavos despejaron la cámara.


—¿No has ejecutado la oda? —preguntó el Rey; —Sí —dijo tristemente el poeta—. Ojalá Cristo Nuestro Señor me lo hubiera prohibido.


—¿Puedes repetirla?: —No me atrevo.


—Yo te doy el valor que te hace falta —declaró el Rey.


El poeta dijo el poema. Era una sola línea. Sin animarse a pronunciarla en voz alta, el poeta y su Rey la paladearon, como si fuera una plegaria secreta o una blasfemia. El Rey no estaba menos maravillado y menos maltrecho que el otro. Ambos se miraron, muy pálidos.


—En los años de mi juventud —dijo el Rey— navegué hacia el ocaso. En una isla vi lebreles de plata que daban muerte a jabalíes de oro. En otra nos alimentamos con la fragancia de las manzanas mágicas. En otra vi murallas de fuego. En la más lejana de todas un río abovedado y pendiente surcaba el cielo y por sus aguas iban peces y barcos. Éstas son maravillas, pero no se comparan con tu poema, que de algún modo las encierra. ¿Qué hechicería te lo dio?


—En el alba —dijo el poeta— me recordé diciendo unas palabras que al principio no comprendí. Esas palabras son un poema. Sentí que había cometido un pecado, quizá el que no perdona el Espíritu.


—El que ahora compartimos los dos —el Rey musitó—. El de haber conocido la Belleza, que es un don vedado a los hombres. Ahora nos toca expiarlo. Te di un espejo y una máscara de oro; he aquí el tercer regalo que será el último.


Le puso en la diestra una daga. Del poeta sabemos que se dio muerte al salir del palacio; del Rey, que es un mendigo que recorre los caminos de Irlanda, que fue su reino, y que no ha repetido nunca el poema.